Putting on a leotard

One of the good things that comes with age is that you achieve a stronger awareness of what makes you truly happy. And with years I've come to realise that some of the plans that I thought would bring the ultimate sense of happiness to my life weren't such after all.

The idea of attending ballet classes had been in my to-do list for decades. I dreamed of practising every evening, using pointe shoes and learning to move my body with such a grace... So last year (at last) I signed up for classes. But it wasn't long before I realised ballet and I weren't meant for each other (I won't mention the rumbling landings on the floor after attempting pirouettes or the constant confusion between legs and arms positions.) I was defeated so I just tucked away my outfit in a drawer and that was it (ok, we could talk about persisting and not giving up in another post.)

So perhaps it wasn't a bright amateur ballet dancer career what I needed but a little partner eager to have fun jumping untiringly (until milk time). My niece has just started ballet classes and we hope it turns to be of her liking. But if not, she should know her aunt is ready to put on her black leotard again and jump with her and laugh at the memory of past plans.


[Español]

Una de las cosas buenas que llegan con los años es la capacidad de darse cuenta de qué cosas nos hacen verdaderamente felices. Y con los años he descubierto que algunos de los planes que pensaba que traerían la máxima sensación de felicidad a mi vida en realidad no eran tales.

La idea de ir a clases de ballet había estado en mi lista de pendientes por décadas. Soñaba con practicar cada tarde, usar zapatillas de punta y aprender a mover mi cuerpo con tal gracia... Así que (por fin) el año pasado me inscribí para ir a clases. Pero no tardé mucho en percatarme que el ballet y yo no estábamos hechos el uno para el otro (no voy a comentar los estrepitosos aterrizajes en el suelo luego de un intento de pirueta o la constante confusión de las posturas de piernas y brazos). Quedé derrotada así que fondeé mi traje en un cajón y se acabó la historia (sí, podríamos hablar de persistir y no darse por vencidos en otro post).

Pero quizás lo que necesitaba no era una carrera brillante como bailarina amateur sino que una pequeña compañera con ganas de pasarlo bien saltando incansablemente (hasta la hora de la leche). Mi sobrinita recién empezó a ir a clases de ballet y esperamos que resulte ser de su gusto. En caso de que no, ella tiene que saber que su tía está lista para ponerse la malla negra de nuevo y saltar con ella y reírse del recuerdo de los planes pasados.

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